sábado, 24 de enero de 2009

Derian IV


- Ssseñor –dijo el draconiano de la guarida., en brevesss debería empezar a prepararssse.

- ¡Oh, lo del embajador ese! –dijo Derian desperezándose estirando los brazos en un bostezo infinito.

El draconiano marchó y Derian se dijo a si mismo que tal vez tendría que preguntarle su nombre algún día. Como de costumbre, se introdujo en sus ropas y fue a salir por la puerta. No más hacerlo, se encontró con un cuchillo en su cuello. La estaba malcriando permitiéndole esas cosas, pero ella se negaría a seguir órdenes estrictas sabiendo la debilidad que él por ella sentía. Niña rebelde…

- Buenos días recién entrada la noche –se adelantó Derian-.

- La ratita salió de su escon… ¡Eh, eh! ¿Estás tonto? ¿Qué haces?

Derian había empezado a andar para ir a comer algo y no le importó hacerse un corte largo en el cuello. Phrinne, sin comprender, retiró rápidamente el cuchillo del cuello al herirle.

- ¿Estás bien? –dijo ella siguiéndole- De la cabeza y eso…

- Es una suerte que el susodicho embajador llegue de noche, –dijo ignorando lo que Phrinne decía. El corte de su cuello era poco profundo pero sangraba- los vampiros no podéis exponeros a la luz del sol, ¿verdad?

- Claaaro, y nos repelen el ajo y los crucifijos, y necesitamos ser invitados para entrar en una casa… ¿Te crees todos los tópicos que oyes?

- Sabiendo los tópicos sobre los hombres lobo, no. Es absurdo eso que dicen de la plata.

- De todas formas lo del sol es cierto.

- Bueno, a mi tampoco me gusta, aunque no me sea una amenaza… ¿Y la comida? ¿Tenéis una dieta variada o sólo bebéis sangre?

- Solamente sangre, pero podemos aguantar varios días sin ello. De todas formas piensa que no todo el mundo tiene un sabor igual. Hay gente con una sangre exquisita y otros que aceptas en el caso de que morir sea la alternativa.

- ¿Quieres? –dijo Derian señalándose el corte del cuello-.

Phrinne le miró a los ojos y se le acercó. Pasó la lengua lentamente para saborear su herida y bebió un poco de su sangre rozándole el cuello con los colmillos. Esa sangre era… era sabor puro, emanaba poder. Tanto que…

- ¡Eh! –dijo Derian empujándola a un lado- ¡Sin morder!

- Es que una se deja llevar por el instinto –dijo sonriendo-.

Phrinne se limpió una gota roja que bajaba desde sus labios en dirección a su barbilla. Sabía que siempre había podido controlarse cuanto quería, pero con él… ¡Qué sangre tan maravillosa!

Mientras Derian comía algo, Phrinne se fijó en que además de buen estómago contaba con una regeneración impresionante. Las heridas recién hechas en su cuello ya habían cicatrizado. Ahora apenas había una marca rosada que iba normalizando su color por momentos.

No mucho más tarde salieron ellos dos bien armados junto con otros cuatro afiliados. Aunque se hubiesen bastado Derian y Phrinne para acabar con la escolta, dejó que se les unieran compañeros ociosos. Tendrían alrededor de una hora para preparar una buena emboscada.

Llegados al camino del bosque, empezaron a prepararse. Derian estaba inquieto sin saber por qué, algo no le daba buena espina. Pensó que a lo mejor era la idea de poner a Phrinne en peligro. Empezaba a obsesionarse, pensó que tarde o temprano le pasaría factura.

- ¡Vienen! ¡Escondeos! –dijo uno de los asesinos no protagonistas de relleno.

Todos se ocultaron en los árboles. Venía una carroza tirada por caballos con apenas ocho guardias. Una pequeña cortina tapaba la ventana y evitaba que se viese a aquel gobernador ahí sentado.

- ¿Qué pasa, tienes miedo? –dijo Phrinne al ver a Derian temblando.

- Silencio.

- Era un comentario jocoso…

Derian vibraba de tensión. Generalmente le pasaba en los momentos de máximo peligro, en los que tenía que tener su instinto y percepción en situación óptima. Sin embargo aquella no era una situación complicada.

Phrinne le enseñó un puñal. Derian asintió pero le hizo gesto con la mano para que aguardase. Estando bien posicionado el vehículo, le dio la señal. Al momento, Phrinne lanzó el arma en dirección a la carroza. El puñal atravesó la cortina y se clavó dentro del habitáculo. El ruido fue seco, no había nadie ahí dentro. Los guardias empezaron a moverse buscando a los enemigos y se oyó un grito de ataque. Derian se dio la vuelta y vio como una lluvia de flechas venía donde ellos. Aparecieron unos cincuenta soldados que no habían visto. En la oleada de saetas murieron dos de los compañeros y otro fue herido en la pierna. Esa emboscada podría cobrarse la vida de todos. Phrinne, que para no ser alcanzada había tenido que bajar del árbol, se encontraba ahora peleando con varios guardias. Derian pegó un salto para alcanzarla y pelear a muerte por ella. Mató varios soldados y Phrinne tampoco se defendía mal, pero una red le alcanzó y del tirón perdió el arma.

- ¡Derian! –gritó ella viéndose arrastrada.

Derian se encontraba medio transformado por la ira. Intentó abrirse paso entre soldados pero recibió un flechazo que lo mandó al suelo. Volvió a levantarse rugiendo para intentar seguirla pero una espada le atravesó el estómago. Miró el metal atravesado en sus tripas y lo vio desaparecer en su interior al recuperarlo su dueño. Volvió a dirigir su mirada a esa indefensa vampiresa. Se la llevaban…

- Phrinne…




The Blind

miércoles, 21 de enero de 2009

El Fuego del Alquimista:



La Alquimia era la única actividad que ocupaba su tiempo y sus grandes dotes, el único oficio que era digno de su habilidad y de sus cualidades, tanto físicas como mentales, por lo que pasaba todo el día encerrada en sus aposentos, los sótanos de una ruinosa casa de las afueras del recinto amurallado, una hermosa mansión gótica con aires decadentes.

Una única gota transparente, brillante y hermosa como un pequeño diamante líquido y valiosamente preciada, se escurrió en el interior de la copa de nívea plata e incrustaciones de rubíes que descansaba sobre la única mesa del diminuto cuarto, procedente de uno de los numerosos alambiques que allí había.

Ella saltó con avidez sobre la joya en forma de copa; su cabello de fuego ardiente refulgió en la penetrante oscuridad, que unas pocas velas de llama titilante apenas conseguían arrinconar en las esquinas. Sus ojos albinos, una mezcla entre el rosa y el violeta brillante, destellaron en una miríada de reflejos irisados al ser rozados por la luz del recipiente plateado. Sus dedos pálidos como el más puro alabastro acariciaron el metal y recorrieron todas las facetas y llagas de los diamantes de sangre, lengua se deslizó sobre sus labios rojos y carnosos, perfectamente dibujados en un rostro altivo y blanco.

Hundió los dedos en el líquido transparente, que apenas llenaba un cuarto de la copa, y un desagradable siseo reverberó en las desnudas paredes de la habitación. Se lamió la mano sangrante y en carne viva, y el fluido se escurrió por su gargante de forma deliciosa, tibio y espeso, como a ella le gustaba.

Afuera, entre las sombras del pequeño salón que hacía las veces de recibidor, la esperaba él, y no dudaba de que aquélla iba a ser su bebida favorita, al menos desde el momento en que la probase. Sonrió para sí y salió de la habitación, a su encuentro.



Sus ojos ambarinos destellaron salvajemente en la penumbra, y eso lo delató: inmediatamente supo ella dónde se ocultaba.

La muchacha dejó caer los pesados ropones que cubrían su cuerpo, y la luz de las velas se reflejó en su piel marmórea. En ese mismo instante, la sangre fluyó tibia por entre sus muslos, y, con toda la naturalidad del mundo, llenó la copa hasta que por fin el espeso líquido rozó el borde del recipiente.

Se acercó al joven que la esperaba, y le tendió la copa rebosante, posando el frío metal sobre sus labios entreabiertos con una sonrisa lujuriosa. Él bebió con rapidez, tragando el brebaje, mientras la amante se inclinaba sobre su rostro y le cubría de caricias la piel.

El beso final fue apasionado, con el toque metálico de la sangre. La garganta le ardía mientras el líquido brillante y mortal que le había ofrecido ella le llegaba al estómago.
Estalló de dolor cuando el Infierno se desató en sus entrañas.

Pero tenía un sabor tan dulce... y ella era tan hermosa...



Lady Nerón

jueves, 15 de enero de 2009

Bajo la luna llena


-Hijo, ¿se puede saber adónde me llevas?- preguntó por enésima vez.
Me volví de nuevo procurando ser paciente.
-Ya lo verás. Es una sorpresa- sonreí.
Clavé mi mirada en la suya. Sabía que mis ojos bicolores le intimidaban. No volvió a preguntar y se limitó a seguirme.
Desde luego si le contaba el porqué de nuestra incursión en el bosque tal vez diese media vuelta. Pero como había dicho, es una sorpresa.
La nieve crujía bajo nuestras pisadas. Los árboles comenzaban a estar muy juntos. Eso significaba que no quedaba mucho para llegar al corazón del bosque. Una brisa helada penetraba en mis pulmones y el olor a humedad impregnaba el ambiente.
-“Ya casi estamos”- dije para mis adentros.
Continuamos avanzando. Mi padre me seguía con dificultad. Varias veces me detuve a esperarle. Bajaba la temperatura, a pesar de que las copas de los árboles actuaban como manta.
Volví a detenerme. Olisqueé el aire. Pude olerlos. Sonreí.
-Prepárate, padre. Nunca has visto nada igual.
Esperé pacientemente a que se zafara de las zarzas que ahora le atrapaban y cogí su mano. Estaba fría como el hielo, al contrario que las mías.
Aparté los últimos matorrales y llegamos a una llanura blanca con forma circular cubierta por la nieve. Los árboles se abrían respetando el círculo como una enorme cúpula y dejaban pasar los rayos de la luna llena. Realmente este lugar debía ser el centro del bosque. Pero lo más impresionante se hallaba en el centro de la explanada, donde cinco lobos descansaban unos junto a los otros. En cuanto llegamos levantaron la cabeza y nos miraron.
Mi padre se puso por un momento tenso. Se acuclilló con lentitud sin hacer ningún movimiento brusco.
-“Como si eso fuese a detenernos”- me reí para mis adentros.
Caminé despacio alejándome de mi padre. Cuando llegué junto a los lobos uno de ellos acarició su hocico contra el mío como saludo. Me volví y busqué los ojos de mi padre. Éste había caído rendido de rodillas.

Caí rendido de rodillas. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Por mucho que me doliera, admiré la belleza de mi hijo. Su tamaño superaba al de los otros cinco. Su pelaje era negro como la muerte, que contrastaba con los colmillos blancos y afilados que ahora se cernían amenazadores hacia mí. Lo único que no había cambiado en él eran sus ojos. Esos ojos a los que nunca me acostumbré.
-Supongo que ahora no tiene sentido disculparme por todo lo que te hecho sufrir- susurré entre lágrimas.
Las fauces de la criatura se cerraron sobre mi garganta a modo de respuesta.


The Reaper

viernes, 9 de enero de 2009

Derian III


"... y en respuesta a Áridan, la diosa Sherede buscó una solución a su medida. Una mortal correría la misma suerte que el mortal enviado por Áridan pero con las características naturales del murciélago. Llegado el día señalado, ella se rebelaría y, tomando un camino distinto, daría muerte a su oponente impidiendo que Áridan y él se hicieran uno."

Nashde, sacerdotisa de la luna.


Una sombra se cernía sobre un hombre asustado. El hombre, que ocultaba algo bajo su capa, corría con miedo por los callejones vacíos tratando de evitar algo que no sabía siguiera si allí se encontraba. ¿Le estarían siguiendo? No quería ni saberlo, solo de pensar en ese temible licántropo se le helaba la sangre… Tropezó y un pequeño paquete se le escurrió de entre las manos. Se apresuró a recogerlo y miró hacia atrás para verificar que nada le acechaba. Horrorizado, salió corriendo aun más rápido. No estaba seguro de si había visto algo pero en tal caso era mejor no quedarse esperando a que viniera a por él.

El hombre se detuvo y vio en el edificio que había ante sí, una figura oscura acuclillada sobre el tejado. Pronto se movió a toda velocidad y el hombre le perdió de vista.

- ¡¿Quién eres?! –dijo mirando a su alrededor con el pánico circulando brutalmente por sus venas bombeado por ese rítmicamente acelerado corazón.

- No son más que burdas palabras las que tú emites –dijo una cruel voz femenina-.

- ¡Sal de las sombras, asesina! –gritó el hombre llevando disimuladamente su mano derecha a la empuñadura de una daga.

- Bastardo. Has elegido el camino erróneo y, para tu desgracia, te haré ver cual es el camino que debiste escoger. Te arrepentirás de no haber cohibido tus intereses…

- ¡¡Sal de las sombras!!

- Nunca debiste traicionarla a Ella…

La sombra atacó de golpe y, un mordisco más tarde, el hombre estaba inmovilizado y perdiendo su sangre gota a gota a través de unos afilados colmillos. Cayeron tanto la daga como el paquete que portaba y cuando Phrinne le soltó, le miró a los ojos. El hombre, medio muerto, hizo una petición:

- Por favor… hazme como tú… hazme… inmortal…

- Lo serás, si es que acaso conservas tu alma, pues tu cuerpo será festín de los gusanos.

Y dicho esto, clavó un puñal en su nuez y lo tiró al suelo dejando que, por unos momentos, agonizase ahogándose en su propia sangre. La poca que le había dejado…

Es entonces cuando se acercó otra persona dando unas perezosas palmadas.

- Bien, bien, bien… -dijo Derian sonriendo y yendo a recoger el paquete- Parece que te interesa de verdad. No has dudado en acabar con su vida. Incluso has hablado con tu víctima como te recomendé.

- Tenías razón en que se disfruta más robando la vida a alguien si tienes la posibilidad de contarle algo bonito. De todas formas no hace falta que actúes como un instructor, ya soy conocedora de la doctrina.

- Sí, casi me siento conmovido por ello –dijo Derian en aire burlón simulando secarse las lágrimas con los nudillos-.

- Ahórrate las lágrimas. Las necesitarás para nuestro próximo combate.

Con un rugido, Derian se abalanzó sobre Phrinne transformándose levemente en lobo por la furia y, cogiéndola del cuello y estampándola contra una pared, le dijo:

- ¡No oses volver a hablarme así!

- Tranquilo lobito -dijo ella soltándose con calma, los colmillos y pelaje que le habían empezado a salir por un momento a él, empezaron a desaparecer-. Si eres tan fuerte no tienes nada que temer –y con esto dio un simple beso a sus labios, logrando que Derian se atontase por un momento-. Y tampoco parece que quieras hacerme ningún daño, todo son palabras.

- Esto me pasa por juntarme con gente de mi calaña –dijo Derian habiéndose dado cuenta del momento de flaqueza que había mostrado por un momento. ¿Qué tenía ese… ese bicho?-.

Caminaron juntos por un rato en silencio. Como de costumbre, las calles estaban henchidas de oscuridad a excepción de algunas antorchas a las puertas de alguna posada. Como de costumbre, poca gente se encontraba a esas horas deambulando por esas zonas: apenas algún mendigo durmiendo y gente de aspecto refutable.

- ¿Quién era ese vehemente? –preguntó Phrinne por curiosidad.

- ¿Ese? Uno de los asesinos de rango más bajo dentro de la Hermandad. Lo cierto es que no me caía bien, así que su traición me ha servido para librarme de él.

- ¿Qué había hecho?

- En esencia, dos cosas: pretendía vender información sobre nosotros y, por otra parte –dijo mientras desenvolvía el paquete y sacaba su contenido: una piedra negra completamente pulida y brillante-, había robado esta piedra. Con ella Akt-Mah, un nigromante muy poderoso y miembro de la élite de la Hermandad, podía mantener algunos conjuros como los guardianes esqueleto de las guaridas en constante funcionamiento. Es una forma de que, aunque se relaje, se mantengan. También es gracias a él que mis ropas no se destrozan cuando me convierto en lobo, es como si se transformasen conmigo. Como comprenderás la piedra era muy importante, sobre todo por lo último. Raro objeto donde los haya.

- Entiendo.

Tras otro momento de silencio, fue Derian quien habló:

- ¿Quién fue la persona con la que acabaste el otro día? Vamos, ese asesinato que nos ha hecho querer contactar contigo.

- ¿Ese? –dijo Phrinne sonriendo por el cambio de personas en el interrogatorio- No era más que escoria, se merecía lo que obtuvo.

- Pero aun no me has concretado quién es.

- Él... –dijo Phrinne tornando su rostro tristeza para de seguido convertirlo en odio- ¡Él no era más que el perro que asesinó a mi madre! ¡Era mi padre!

- ¿Hace cuanto de eso?

- Varios años, siendo yo una niña. Desde entonces escapé de él para planear una perfecta venganza, entrenando día y noche para desarrollas mis habilidades. Lo encontraron en el tejado de la iglesia de este barrio con todos sus órganos esparcidos y la sangre reciente. Le arranqué el corazón manteniéndole el tiempo suficiente con vida como para introducírselo en la boca rompiéndole la mandíbula.

- Oh, yo maté a mis padres sin quererlo pero me alegré pasado poco tiempo. Habrían sido una carga para mi talento… ¿Cómo te convertiste en lo que eres?

- No lo recuerdo pero sirvió para mejorarme en todo. Fue como un regalo. Un día me desperté con el sabor a hierro de la sangre en mi boca y con dos marcas en el cuello –dijo mientras se dejaba ver dos puntos en el cuello-. Entonces fui descubriendo a la nueva yo. ¿Y tú?

- A lo más que alcanzo a recordar es una pelea con un perro, supongo que sería un lobo, pero no tengo ningún tipo de marca, cicatriz o similar. De todas formas, ¿los vampiros eligen a hermosas jóvenes carismáticas para hacerlas sus semejantes y después huir como un mancebo vergonzoso que no se atreve a decir una palabra a la fémina que nubla su mente?

Phrinne se le encaró y de nuevo volvió a besarle, pero esta vez apasionadamente, dejando sus lenguas fundirse en fuego y aprovechando de mientras para colocar la punta de su puñal a la altura del estómago de Derian. Se separó de sus labios unos pocos centímetros de forma que lo único que podía ver era su rostro, estando esta vez más descentrado de lo que su condición de asesino permitía.

- Pobre mancebo vergonzoso, –dijo Phrinne dejando, como de costumbre, ver sus colmillos- ¿nubla tu mente la joven hermosa y carismática? Nuestra próxima pelea será pan comido para mí.

- Creo que es la joven hermosa y carismática la que tiene la mente nublada –dijo Derian sonriendo aún más que ella-. Ni siquiera se ha dado cuenta que su puñal está desviado por uno mío y que tiene otro casi acariciando su suave cuello. Venga, vayámonos ya a la guarida.

Phrinne se quedó quieta y sorprendida por un momento mientras Derian empezó a andar pero se tomó de buena gana su derrota en lo que a presumir concernía antes de su pelea.

- Por cierto –dijo Derian parando y volviendo la vista atrás-, es delicioso el sabor de la sangre en tu boca…




The Blind